De esta manera, convirtieron el apellido del dramaturgo en diminutivo para comenzar a llamarlo “Shakerpearito”. En un momento, Gómez Bolaños decidió castellanizarlo aún más para darle origen al sobrenombre que, por más de 40 años fue reconocido internacionalmente: Chespirito.
“Me lo puso entre un director y un productor de cine, que fueron los primeros que llevaron a la pantalla grande un argumento escrito por mí, les gustó mucho y me alabaron, me elogiaron, me dijeron que era yo un Shakespeare pequeño, pero yo lo castellanice más y así quedó el nombre”, expresó el también dramaturgo.
Poco tiempo después de esto, comenzó a crear sus propios personajes, como el Chapulín Colorado, el doctor Chapatín, el Chompiras o Chaparrón Bonaparte. Al inicio, todo fue coincidencia con el inicio de sus nombres, pero con el paso del tiempo decidió que ese sería su sello de identidad, así que gracias a ello, todos comienzan con “ch”, como él.
Claro que su éxito no se dio por sí sólo, tuvo personas detrás que le ayudar cuando surgió. Chespirito no se llamaba así, sino Chespirotadas. Debe su origen a un programa semanal que se transmitía en la televisión mexicana durante los primeros años de la década de los 70: Sábados de la fortuna. Oportunidad que fue una casualidad, según narró Gómez Bolaños durante una entrevista.
Quien le ayudó a iniciar su camino fue un productor llamado Sergio Peña, quien le dijo: “Tengo un programa, se llama Sábados de la fortuna. Tengo dos espacios de diez minutos, te los doy para que hagas todo lo que quieras”. A partir de ese momento, empezó a hacer en uno de esos espacios un sketch que se llamaba La mesa cuadrada, una burla de las mesas redondas. Tuvo tanto éxito que le dieron un programa completo.
A lo largo de su trayectoria en la televisión, el programa de sketches misceláneos acumuló 300 millones de espectadores en todo el globo terrestre, según la página oficial del comediante. Lo demás es historia.